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Apuntes sobre la psicología del adolescente.

Foto del escritor: Ignacio Fernández Ignacio Fernández

Actualizado: 5 oct 2024

1. ¿Qué es la adolescencia?

La adolescencia es el período de la vida de la persona comprendido entre la aparición de la pubertad, que marca el final de la infancia, y el inicio de la edad adulta, momento en que se ha completado el desarrollo del organismo.

La Organización Mundial de la Salud (OMS, 2021), define la adolescencia como la etapa que transcurre entre los 10 y 19 años. Normalmente la dividen en dos fases; adolescencia temprana de 12 a 14 años y adolescencia tardía de 15 a 19 años.





1. ¿Por qué se caracteriza la adolescencia?

La adolescencia es una etapa de grandes cambios vitales, en la que se produce una profunda crisis de identidad que conlleva la ruptura del equilibrio que la persona había alcanzado durante la infancia y la pubertad (Oliva, 2006). Es una etapa caracterizada por un intenso proceso evolutivo para el adolescente, tanto interno –a nivel físico, cognitivo y emocional– como externo –social, educativo, etc.–, por lo que se torna un periodo de numerosos retos de toda índole y a todos los niveles de su vida. La adolescencia es, por tanto, un periodo de intenso aprendizaje y desaprendizaje, como parte del proceso de individuación de la persona (Marcia, 1980).


3. Una etapa de despersonalización

En el adolescente confluyen sentimientos, pensamientos, actitudes y valores de naturalezas diversas, que derivan a veces en profundos conflictos internos, llegando a sufrir sentimientos de despersonalización y de extrañeza de sí mismo, generando en muchos casos fuertes crisis vitales que pueden derivar en situaciones complejas que no encuentren soporte en el seno familiar ni en el entorno educativo.


4. Una etapa de alta intensidad emocional difícil de gestionar

Los adolescentes pueden así experimentar altos niveles de estrés y ansiedad, no siendo en muchas ocasiones capaces de controlar y gestionar por sí mismos sus emociones y estados anímicos. La vivencia de constantes y prolongados periodos de estrés y ansiedad, no necesariamente bien gestionada, puede originar diferentes trastornos de conducta y problemas a nivel social, potenciando, incluso, otras patologías existentes previamente. Además, de una desmotivación crónica del adolescente en todo lo que tiene que ver con el estudio y la adquisición de conocimientos en el ámbito escolar.


5. Susceptibilidad a la aparición de trastornos mentales que se extenderán a la edad adulta en muchos casos

Según datos de la Organización Mundial de la Salud (OMS, 2021) En el mundo, uno de cada siete jóvenes entre los 10 y 19 años padece algún trastorno mental. Siendo la depresión, la ansiedad y los trastornos del comportamiento las principales causas de enfermedad y discapacidad entre los adolescentes. Esta misma organización concluye que “el hecho de no ocuparse de los trastornos de salud mental de los adolescentes tiene consecuencias que se extienden a la edad adulta, perjudican la salud física y mental de la persona y restringen sus posibilidades de llevar una vida plena en el futuro.” Más aún, si tenemos en cuenta que el suicidio es la cuarta causa de muerte entre los jóvenes de 15 a 19 años.


6. ¿Cómo gestiona el adolescente esta compleja realidad interior?

Sin tener que considerar las situaciones más graves, es natural durante esta etapa que el adolescente genere conductas a través de las cuales intente escapar de la realidad que experimenta, reprimiendo sus sentimientos y pensamientos o generando conductas evasivas de diversa naturaleza, lo que redunda en una mayor sensación emocional de aislamiento de su entorno.


Desde este prisma puede entenderse que los adolescentes con problemas de comportamiento manifiestan síntomas que reflejan sus necesidades, así como que el estado de crisis que experimentan durante esta etapa proporcionará el empuje necesario para emprender una búsqueda personal que permita el desarrollo de la identidad.


7. De la familia al grupo de amigos como grupo social de referencia. Una necesidad que conlleva riesgos

Al comienzo de la adolescencia la familia sigue siendo el contexto socializador principal, pero progresivamente se produce una desvinculación de esta, en la que las relaciones con los compañeros ganan en importancia, intensidad y estabilidad, hasta que llega a convertirse en el contexto socializador más influyente. Un contexto social marcado por la reciprocidad y la ayuda mutua, en el que el tiempo que los adolescentes emplean en hablar de sí mismos ayuda a que se comprendan mejor unos a otros y a sí mismos, forjándose lazos muy fuertes.


Esta transición desde la intensidad afectiva de la familia hacia las amistades juveniles conlleva a menudo que experimenten sentimientos de soledad, de duelo o tristeza, por el debilitamiento de las intensas relaciones emocionales infantiles, antes de sumergirse de lleno en las nuevas relaciones de amistad. Cuando se les pregunta a los adolescentes cuáles son los aspectos más importantes de su vida, estos señalan la familia, los amigos y la salud (González et al., 2006).



Se acepta generalmente que tener amigos es signo de poseer buenas habilidades interpersonales y un signo de un buen ajuste psicológico. Sin embargo, explicado lo anterior, puede entenderse que las relaciones de amistad son, a su vez, uno de los factores de riesgo más relevantes durante esta etapa, pudiendo ser un factor que perjudique más que favorezca la formación de la identidad. Así, con la edad y conforme los adolescentes van construyendo su identidad y haciéndose más autónomos, son más capaces de resistir la presión del grupo.


8. ¿En qué pueden ayudar los adultos en esta etapa?

Inmersos los adolescentes en la profunda complejidad de todo este proceso evolutivo, es de especial importancia para ellos tener acceso a experiencias de interacción con adultos que presenten la adecuada disponibilidad psicológica. Adultos con los que se forje un vínculo saludable y seguro, que les ayude a que aprenden a confiar en sí mismos y en los demás; a predecir, interpretar y expresar sus emociones; y a estructurar de forma consistente su comportamiento en relación con el comportamiento de los demás (Burutxaga, 2018; Herraiz, 2017).


9. Bibliografía

  • Burutxaga, I., Pérez-Testor, C., Ibáñez, M., de Diego, S., Golanó, M., Ballús, E., & Castillo, J. (2018). Apego y vínculo: una propuesta de delimitación y diferenciación conceptual. Temas de psicoanálisis, 15, 1-17.

  • González, P., Elzo, J., González Anleo, J. M., López, J. A. y Valls, M. (2006). Jóvenes Españoles 2005. Madrid: Fundación Santa María y SM.

  • Herraiz Portillo, M. (2017). La Competencia Emocional en Secundaria: Intervención con Musicoterapia GIM. (Tesis doctoral). Universidad de Alcalá, Alcalá de Henares, España.

  • Marcia, J. (1980). Identity in adolescence. En J. Adelson (Eds.), Handbook of adolescent psychology. Nueva York: Wiley.

  • Oliva, A. (2006).Relaciones familiares y desarrollo adolescente [Family relationships and adolescent development]. Anuario de Psicología, 37(3), 209–223.

  • Organización Mundial de la Salud. (2021). Salud mental del adolescente. Recuperado de https://www.who.int/es/news-room/fact-sheets/detail/adolescent-mental-health

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