Hace algunas semanas me di el gusto compartir en mi página de Facebook el nuevo plan del Gobierno para combatir las pseudomedicinas, a raiz de los vídeos y la web que habían lanzado (https://www.conprueba.es). No añadí comentario alguno, dejándolo a modo de introducción a una futura reflexión.
Ahora, con más tranquilidad, siento oportuno compartir lo que a este respecto y de forma casi premonitoria escribí en el libro que publiqué el pasado mes de octubre; antes de que saliera a la luz el plan "conPrueba". Resumidamente, lo que venía a decir entonces es que, siguiendo la estela del movimiento escéptico que emergía en la sociedad, me parecía más que apropiado el término "pseudomedicinas" cuando se habla de cualquier forma de medicina holística. Medicina holística como cualquier intento de mejorar la salud teniendo en consideración todas las dimensiones de la persona. En contraposición a la medicina convencional imperante, "basada en la evidencia científica", que se caracteriza por una evitación flagrante de aspectos esenciales de nuestra naturaleza humana. Espero que esto ayude a los partidarios de las "medicinas naturales" a darle la vuelta a la situación.
Lo justificaba así: "... el término pseudomedicina no posee una connotación peyorativa para mí. Desde el momento en que entiendo que la medicina actual requiere de un cambio de paradigma urgente, el prefijo “pseudo” resulta de lo más apropiado para señalar a esas otras formas de medicina, que quedan en los márgenes de la medicina convencional y que no sabemos cuanto de lo que las caracteriza será el germen de la medicina del futuro.
Por decirlo de forma simple, si hoy en día las señales de humo, la
telepatía o el silbo gomero no están ampliamente extendidos es
porque los teléfonos móviles hacen mejor la función de comunicarnos.
Que yo sepa, el uso de teléfonos está ampliamente extendido
tanto entre la facción escéptica como la creyente, y eso se
explica porque no hay resquicio a duda de que son mejores que
las otras formas de comunicación mencionadas.
En mi caso debo reconocer que comparto la mayoría de las críticas
que los escépticos descargan contra las pseudomedicinas,
pues considero que poseen gran parte de verdad. Pero ello no
me impide reconocer una enorme cantidad de omisiones que
dicho colectivo comete por ignorancia, con las extrapolaciones
erróneas que eso conlleva; la omisión de la realidad es otra forma
de engaño. Es un hecho innegable que ni el razonamiento escéptico más afilado ni la ciencia actual más puntera llegan a desentrañar todos los misterios del Universo ni los de nuestra mente-cuerpo. Hay aspectos de nuestra realidad íntima, entre otros, emocionales, físicos, mentales y racionales, en los que se apoya nuestra salud y los mecanismos de sanación del propio cuerpo, que, si no las hemos experimentado personalmente y las hemos desarrollado durante años, no podremos creer que existen. No, no estoy hablando de levitar o mover las cosas con la mente, pero del mismo modo que la habilidad musical, el razonamiento lógico, la orientación en el espacio, la ecolocalización9, 10 o la capacidad de desvelar los autoengaños se aprenden, hay un sinfín más de habilidades cognitivas que se aprenden por la experiencia y que, por lo general, los escépticos no han llegado a desarrollar. Siendo eso lo que explica, en mi opinión, los argumentos que esgrimen. Como digo en más de una ocasión, la última frontera por desvelar para cada uno de nosotros es la de nuestra mente-cuerpo, la que separa nuestra conciencia, o sea, nuestra realidad intangible, de la realidad tangible. Y mientras eso sea así, será lícito que las personas sigamos explorando nuestra realidad y, por ende, nuestra salud como mejor nos parezca oportuno, aunque no tengamos garantías de éxito ni una explicación científica para ilustrar lo que experimentamos. Soy consciente de que esto que afirmo no acallará la crítica escéptica contra las pseudomedicinas ni yo lo pretendo; un análisis adecuado al respecto ocupa los siguientes volúmenes.
Como espero vaya entendiendo el lector, con lo anterior no estoy defendiendo que “todo valga” o que se pueda engañar al usuario tergiversando la realidad, aunque sea involuntariamente. Todo lo contrario, opino que la información veraz debe ser una máxima inviolable y que las instituciones deben promover la información, educación y la protección del usuario; con ello me sumo a las filas escépticas como el primero. Defiendo que esto es necesario para que cada uno pueda decidir libremente, sopesando la relación coste-beneficio que nuestras decisiones conllevan. Porque hay algo muy importante que no se nos puede olvidar, en la vida no hay recetas seguras y cada uno debe responsabilizarse de sus decisiones y las consecuencias de estas. Porque, que yo sepa, si al final quedamos gravemente afectados o morimos por una acción médica convencional, la “basada en la evidencia científica”, no hay servicio “health-back” (“reembolso de salud”) o life guaranteed (“vida garantizada”), como cuando compramos por internet y no nos satisface el producto. En mi opinión, una indemnización económica en caso de negligencia médica no es una garantía suficiente como para dejar nuestras decisiones en manos de nadie." AutoKine y la Ciencia del Ser Vol.1

9. WIKIPEDIA (s.f.) Human echolocation. https://en.wikipedia.org/wiki/Human_echolocation.
10. VISIONEERS (s.f.) https://visioneers.org [Consulta: 1 julio 2018].
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